A pesar del título de la entrada, hoy no vamos a hablar de superhéroes con superpoderes. Tampoco de Vicente del Bosque y su elegancia suprema para capear temas polémicos con total naturalidad y sin soliviantar a nadie.
La ultracorrección es un fenómeno puramente lingüístico, y no tan positivo como a priori parece indicar.
La Real Academia lo define como la "deformación de una palabra por equivocado prurito de corrección, según el modelo de otras: p. ej., inflacción por inflación, por influjo de transacción, lección, etc." [Por si a vosotros también os sorprende algo en esa definición: la comezón o picazón del prurito es sólo su segunda acepción, la primera es el deseo persistente y excesivo de hacer algo de la mejor manera posible].
Dicho de otra manera, los hablantes de una lengua tratan de enmendar sus posibles errores de dicción y/o escritura siguiendo modelos regulares; esto provoca el uso ocasional de palabras o expresiones equivocadas por adaptarlas a un patrón estándar. En palabras más llanas se trata de corregir errores donde no los hay, pasarse de listos.
Las formas obtenidas, incorrecciones desde el punto de vista normativo, se denominan ultracorrectas. Un ejemplo archiconocido es el bacalado de Bilbado.
Otros términos surgidos de modelos inapropiados son: sujección (siguiendo el ejemplo de la RAE), expléndido o expontáneo (por el prefijo ex-), périto (por el prestigio de las proparoxítonas), exhuberante (siguiendo la pauta de exhaustivo o exhibición), deslid (en la línea de Madrid o pared), translado, desaveniencia, geráneo, carnecería...
Pero no sólo existen ultracorrecciones ortográficas o de pronunciación; también pueden ser gramaticales o semánticas. Sin ir más lejos, son ultracorrecciones gramaticales el dequeísmo [empleo indebido de de que cuando el régimen verbal no lo admite; ejemplo: le dije de que viniera] o el queísmo [empleo indebido de la conjunción que en lugar de la secuencia de que; ejemplo: me da la sensación que han venido], mientras que, desde el punto de vista semántico, puede servir de ejemplo el uso de escuchar por oír en expresiones del tipo "no te escucho bien".
Pues bien, ahora que ya sabemos en qué consiste la ultracorrección, podemos seguir explorando nuevos términos sorprendentes del castellano: desusados, actuales, erróneos, coloquiales e incluso ultracorrectos. Y vosotros, sed correctos pero no ultras, ¡ni siquiera en la lingüística!
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