¡Hoy tenemos menú especial! Tras el gran éxito de la primera entrega sobre
etimología instrumental traemos, recién sacada del horno, la nueva ración de
etimolomusicología del gran chef
Pablo del Pozo que, además, estrena un blog realmente interesante donde se comentan las relaciones de la música con otros campos diversos:
Interdisciplimúsicas. ¡Suerte, compañero!
Para hoy nos propone un repaso a los nombres de instrumentos musicales formados mediante
eponimia. Desde luego, sabe que nos encanta esta materia...
Comenzamos con aquellos instrumentos inspirados en los personajes de la mitología griega, aunque advierto que no podré evitar hacer referencia a otros términos relacionados con el mundo clásico y los sonidos.
Y es que la música griega estaba tremendamente unida al lenguaje; de hecho, era muy normal que los poetas se acompañaran de una
lira al recitar sus poemas.
En la actualidad el "género
lírico” se refiere aún a poesías muy emotivas, rítmicas y repletas de recursos y, por extensión, a toda la poesía e incluso a la ópera; la
lírica y el
lirismo no surgieron por azar y el instrumento es todavía un símbolo de la poesía y los poetas. Y de las liras también proceden las
lyrics inglesas, lo que en castellano denominamos, sosamente, la letra de una canción.
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Lira chelys |
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Lira kithara |
Destacaron ante todo dos tipos de liras. La más antigua, hecha con un caparazón de tortuga -
chelys-, y una evolución posterior de esta, de madera y fondo plano -
kithara-. El aspecto cóncavo de la primera es el origen de la palabra
violonchelo, y de la
kithara provienen la
cítara y la
guitarra, que en realidad viene a ser una cítara con mango.
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Cítara austríaca |
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Apolo-lira |
Según la mitología, el creador de la primera lira fue Hermes mientras se escondía de Apolo debido a una lid de bueyes robados; al final acabó entregándole su creación a cambio de su vida. Apolo, dios de las artes y de la propia música, se convirtió en un gran virtuoso de la lira y ese es el motivo por el cual, en épocas muy posteriores a la era clásica, se bautizaron muchos otros instrumentos en su honor; verbigracia, el
apolo o
apolón (un laúd del Barroco francés), la
apolo-lira (una romántica mezcla entre guitarra y lira, pero también un modelo de
serpentón), el
apolliricón (un pianoforte vienés del s. XIX) o el
apollonicón (un gigantesco orchestrión, palabra que conoceremos más adelante). Ninguno de ellos está recogido en en DRAE.
Según algunas fuentes, hijo de Apolo fue el mismísimo Orfeo, cuya fama aún hoy le hace perdurar como el tañedor mítico por excelencia. De las cuerdas de su lira brotaban sonidos tan hermosos como poderosos, capaces de enamorar a cualquiera. Capaces incluso de levantar árboles del suelo, de detener piedras en el aire y de paralizar a las sirenas cuando aún eran aladas y temibles.
Sirena, otra palabra tan interesante como sonora. Qué curioso que las del canto seductor y embriagante acabasen humilladas por el lenguaje común; de dulces y armoniosas pasaron a ser estridentes y ruidosas, de señuelos traidores a alarmas de aviso o de advertencia.
Pero volvamos a Orfeo, el que aplacaba a las furias. ¿De dónde creéis que viene aquello de que la música amansa a las fieras? Al pobre no le sirvió de nada conmover con sus recitales a Caronte, al Can Cerbero de los infiernos, al propio Hades y a su esposa Perséfone: la única condición para rescatar a su amada del reino de los muertos era no mirar hacia atrás hasta llegar al de los vivos, pero el muy zote miró y Eurídice se desvaneció para siempre...
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Orpharión |
Su leyenda inspiraría a los músicos durante siglos. El caso más famoso, el de
L´Orfeo de Monteverdi, una de las primeras óperas de la historia. Pero también inspiró a algún que otro
violero -permitidme usar la forma más castellana para el lutier- y de su inspiración germinaron instrumentos a cual más peculiar. Por ejemplo, la delicada
orphica, un pequeño teclado dieciochesco que se podía colgar al cuello, el
orpheón, una
zanfoña de origen francés o el
orpharión, cítara renacentista de aspecto lobular (término hermosamente extravagante, epónimo por partida doble: por el propio Orfeo y por
Arión, otro intérprete legendario, célebre por cautivar a un delfín
con su canto y con su lira, para que lo rescatase de unos piratas). Tampoco estos están recogidos en el DRAE.
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Orphica |
Y no olvidemos que también tenemos la palabra
orfeón como sinónimo de coro, de
xhoros, el lugar donde se colocaban aquellos que recitaban, o cantaban, las tramas del teatro griego.
En realidad hay multitud de palabras relacionadas con la música que provienen de la Antigua Grecia:
(h)armonía,
orquesta,
sinfonía... Hasta la propia
música, de
Mουσική, Mousiké, el arte de las musas.
Pero centrémonos en los instrumentos, que ese era nuestro objetivo original. Precisamente de la voz
armonía surgieron el
armonio y la
armónica.
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Armonio |
De orquesta derivó el orchestrión, citado anteriormente, un artefacto decimonónico capaz de generar mecánicamente todo tipo de sonidos a imitación de una orquesta; por cierto, una de sus variantes se denominó euterpephón en honor de Euterpe, la musa de la música por antonomasia. Y en honor de su hermana Calíope, la musa de la bella voz, fue bautizado cierto órgano de vapor con su propio nombre -calíope-.
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Orchestrión |
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Siringa griega |
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Zampoña |
Además de la
zanfoña recién mencionada, la
sinfonía dio lugar a la
zampoña, la "
flauta de Pan”, así, en mayúsculas, derivada del malvado fauno Pan -el mismo del que viene el pánico-. Encaprichado de la náyade Siringa, esta quiso zafarse de él tomando la forma del cañaveral de un río; cuando llegó Pan le gustó tanto el sonido del aire al pasar por las cañas que las cortó y construyó con ellas la primera
siringa.
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Flauta de Eco |
De otra desafortunada ninfa llamada Eco, condenada a repetir lo que dijera todo aquel que le hablara, deriva la
flauta de Eco, un misterioso instrumento mencionado en épocas pretéritas y sobre cuya forma existe cierta controversia.
Y hagamos un alto en este recorrido musical para coger aire, pues Eolo, el gran dios del viento, da de sí lo suficiente por sí mismo como para necesitar una entrada exclusiva. ¡¡Imaginaos la de aerófonos que habrá de por medio...!!
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