Y en esta fecha señalada en los calendarios del romanticismo y los centros comerciales, además de (re)descubrir un nuevo término, vamos a sorprenderos con la excelente iniciativa Tejiendo la Ciudad, de mano de nuestras amigas de Mildred Mola, a las que os presentamos junto a un colorido catálogo de epónimos de diseño.
En este mundo deshumanizado y global han propuesto una actividad cercana, alegre y desinteresada, para disfrutar de los pequeños detalles. No hay más que verlo en sus reportajes... ¡¡Enhorabuena chicas, seguid con ese entusiasmo desbordante y esas iniciativas rompedoras!!
Pero
bueno, volvamos a lo nuestro, a tejer letras para formar palabras
sorprendentes. El año pasado, con motivo de este santo del amor que nunca existió -según el ilustre Ricardo Soca-, aprendimos lo que es estar amartelado/a y este año Débora, fiel colaboradora, nos descubre al amante en toda su plenitud.
Y es que los amantes no son sólo los que aman, o los hombres y mujeres que se aman (¿?), o incluso las personas que mantienen una relación sentimental sin vínculos regulados por la ley... Un amante, en el ámbito de la marina, es un cabo grueso que, asegurado por un extremo en la cabeza de un palo o verga y provisto en el otro de un aparejo, sirve para resistir grandes esfuerzos.
Ambas entradas del DRAE poseen distintas etimologías; la más extendida proviene del antiguo participio activo de amar -latín amans, -antis-, mientras que la acepción marina procede del griego ἱμάς, -άντος 'correa'.
Y si los que se dedican a controlar -o descontrolar- el amor son los amantes, ¿quiénes serán los que controlen a los amantes (además de los cónyuges despechados y los detectives)? ¡¡Pues los amanteros!! Un amantero es un obrero portuario que dirige las maniobras de carga y descarga. Desde luego una tarea dura, pero nadie dijo que el amor fuera fácil...
Amantes de las palabras, ¡feliz día de los amantes!
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